Capítulo 1: La Paz, sin paz en la red
La fuerte brisa de los Andes con su soplo lo fue despertando aquella mañana, los incesantes ruidos que se colaban por la ventana del cuarto donde dormía, hicieron que apenas abriera los ojos reaccionara sobre lo que iba a vivir en la noche, así solo hubiera podido dormir profundamente durante cinco minutos, tras casi ocho horas de dar vueltas y vueltas en su lecho, pensando cómo iba a ser esa cita fuera de su fortín.
De bañarse no hubo necesidad, así pensó, pues sintió que durmió tan poco que sobraba un paso en sus habituales mañanas, a pesar de que era un poco cabulero. Pero para no traicionar tanto sus costumbres, mantuvo la ropa del día anterior con su armadura roja, que desde que su memoria recuerda lo había acompañado a buscarla en territorios foráneos.
Sabía que como siempre no era el único que la pretendía, por eso el primer obstáculo estaba ahí, en medio de un clima hostil y con una fiera que conocía cada centímetro de su territorio. Al comienzo pensó que volaba, pues las chayñitas que revolotearon en su ventana durante toda la noche le advertían sobre el gran poderío al que se iba a enfrentar por esas tierras - amarillo y negro, vestido como nosotros, así te espera en el 'Rafo' - le cantó el último jilguero que estuvo metiendo presión durante la noche a las afueras de su cuarto intentando que no pudiera descansar.
Cayendo la tarde y antes de lanzarse al ruedo, conociendo más a su rival, lo analizó y pensó que para ganar su primer duelo tenía que tener mucha precisión en cada ataque a pesar de llegar con menos de lo que esperaba para ejecutar cada zarpazo, algunas molestias musculares no dejaban que pudiera sacar toda su artillería, pues sabía que aquel tigre buscaría llevarlo a la zona donde más cómodo se siente para hacerle daño, utilizando además su capacidad para resistir en un terreno donde el sol nunca calienta.
La paciencia, orden y buenos movimientos defensivos para retomar el control del duelo, serían también parte de la clave para arrancar ganando terreno camino a ella, una obsesión eterna y que acumulaba ya cuatro años siendo esquiva para él.
En la grama la historia fue diferente a la imaginada, el León supo bloquear al tigre, los primeros 45 minutos lo presionó y tuvo opciones para abrir la herida en el local, sin embargo, esa carencia de fuerza en el zarpazo final costó para terminar con ventaja la primera parte del duelo.
En el final apareció la "mano negra" de eso que no se maneja, eso que no se manipula y que siempre ha beneficiado al local por costumbre, los vientos de los Andes soplaron con el aleteo de un jilguero, que confundió y cedió terreno para que pudieran raspar la piel de este León en dos ataques sin "respiro".
El tigre quedó sorprendido al ver cómo a pesar de tener su primera y segunda herida, ese León se mantiene intacto y vivo para seguir en busca de ella, encontrarla y demostrar que esto no es de 90 minutos, sino de un sueño y obsesión que sobrepasa cualquier dificultad que se presente en el camino.